Espiritismo Venezolano y sus Cortes
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mabricelys
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el Jue Ago 12, 2010 7:26 pm
Cuentan nuestros más viejos relatores de los Andes Venezolanos que en la Sierra Nevada de los Andes habitaba la princesa Tibisay con su tribu. A pesar de las constantes guerra entre varias tribus, Tibisay era considerada como una india de espíritu alto, valiente y de corazón puro y alegre. Ella se decía siempre a si misma: “Si no disfruto de la bendición que me da la naturaleza y se la agradezco a mi montana;se va a entristecer”
En cierto tiempo se dio una gran batalla, y hubo muchos heridos en su tribu. Casi todos los habitantes estaban en riesgo de desfallecer. Sin embargo a pesar de su tristeza, Tibisay siempre escuchaba la voz del viento, y una noche escucho su voz que le decía: - No desfallezcas, las aguas mágicas de la laguna de Mucubaji pueden curar a los tuyos-. Pero amigo Viento, donde se encuentra esa laguna. A lo cual el viento le contesto: - A tres días de tu tierra se encuentra esa maravillosa laguna. Pero ten cuidado, el fuego eterno querrá impedírtelo así es mejor que disfraces de un animal para que pases desapercibida_
Así que la india Tibisay invoco un conjuro con ayuda de su montaňa y se convirtió en una hermosa águila blanca. Tibisay se preguntaba a si misma: “¿Que será ese fuego eterno, del cual me tengo que esconder?” El viento escucho su preocupación. Y le respondió: _Es el odio y la sed de conquista del hombre, y tu debes luchar contra el para traer paz a tu pueblo_.
Así que la India Tibisay voló, voló y voló hasta llegar una hermosa laguna. Realmente tenía tan singular hermosura que se sentía la gran magia que existía en ella. – ¿Y ahora que? ¿Cómo ayudare a mi pueblo?_ Sintió otra vez el susurro del viento que le decía, _bebe un poco de su agua y dirigite a las nubes mas cargadas de agua y estas se encargaran de salvar a tu pueblo con esta agua bendita. Sin embargo todo esto tendrá un precio. No podrás volver a ser humana._ Le dijo el viento. Tibisay se entristeció profundamente ya que no volvería a ver a su pueblo y a las personas que amaba. Pero escucho a su corazón, tomo un poco del agua de la laguna y se voló a grandes alturas hasta la nube mas cargadas de agua. El viento, que era también de buen corazón, empujo con fuerza la nube hasta donde habitaba la tribu de Tibisay. Y un buen día cayó un gran chaparrón, y gracias a esas gotas de lluvia muchos indios se curaron, y pudieron emprender una nueva vida. Por eso se dice que siempre cerca de la Sierra Nevada vuela una águila blanca, y algunos de los indios mas sabios de la tribu aseguran que es la India Tibisay que los protege al recorrer los andes venezolanos.
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que la reina los protega

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el Dom Ene 23, 2011 10:45 pm
Tibisay, era esbelta como la flexible caña del maíz, de color trigueño, ojos grandes y melancólicos y abundante cabello. Eran para ella los mejores lienzos del Mirripuy, el oro más fino de Aricagua y el plumaje del ave más rara de la montaña.
Ella había aprendido, mejor que sus compañeras los cantos guerreros y las alabanzas del Ches. En los convites y danzas dejaba oír su voz, hora dulce y cadenciosa, hora arrebatada y vehemente, exaltada por la pasión salvaje.
Todos la oían en silencio, ni el viento movía las hojas. Tibisay era la princesa de los indios de la sierra, el lirio más hermoso de las vegas del Mucujún.
Un día salió espantada de su choza y fue a presentase a Murachí, (el amado de su corazón), la comarca estaba en armas: los indios corrían de una parte a otra, preparando las macanas y las flechas emponzoñadas.
"¡Huye, huye, Tibisay!, nosotros vamos a combatir. Los terribles hijos de Zuhe han aparecido ya sobre aquellos animales espantosos, más ligeros que la flecha: mañana será invadido nuestros suelos y arrasadas nuestras siembras. ¡Huye, huye, Tibisay! nosotros vamos a combatir; pero antes ven mi amada y danza al son de los instrumentos, reanima nuestro valor con la melodía de tus cantos y el recuerdo de nuestras hazañas"
La danza empezó en un claro bosque, triste y monótona, como una fiesta de despedida, a la hora en que el sol, enrojecido hacia el ocaso, esparcía por las verdes cumbres sus últimos reflejos. Pronto brillaron las hogueras en el círculo del campamento y empezaron a despertar con las libaciones del fermentado maíz los corazones abatidos y los ímpetus salvajes.
Por todo el bosque resonaban ya los gritos y algazara, cuando cesó de pronto el ruido y enmudecieron todos los labios. Tibisay apareció en medio del circulo, hermosa a la luz fantástica de las hogueras, recogida la manta sobre el brazo, con la mirada dulce y expresivo y el continente altivo. Lanzó tres gritos graves y prolongados, que acompaño con su sonido el fotuto sagrado, y luego extasió a los indios con la magia de su voz.
Oíd el canto de los guerreros del Mucujún: "Corre veloz el viento; corre veloz el agua; corre veloz la piedra que cae de la montaña".
"Corred guerreros; volad en contra del enemigo; corred veloces como el viento, como el agua, como la piedra que cae de la montaña".
"Fuerte es el árbol que resiste al viento; fuerte es la roca que resiste al río, fuerte es la nieve de nuestros páramos que resiste al sol".
"Pelead guerreros, pelead, valientes, mostraos fuertes, como los árboles, como las rocas, como las nieves de la montaña".
"Este es el canto de los guerreros del Mucujún".
Un grito unánime de bélico entusiasmo respondió a los bellos cantos de Tibisay. Concluida la danza, Murachí acompañó a Tibisay por entre la arboleda sombría. No había ya más luminarias que las estrellas titilantes en el cielo y las irradiaciones intermitentes del lejano Catatumbo. Ambos caminaban en silencio con el dolor de la despedida en la mitad del alba y temeroso de pronunciar la postrera palabra ¡adiós!.
Hay un punto en que los ríos Milla y Albarregas corren muy juntos casi en su origen. Los cerros ofrecen allí dos aberturas, a corta distancia una de otra, por donde los dos ríos se precipitan, siguiendo cañadas distintas para juntarse de nuevo y confundirse en uno solo, frente a los pintorescos campos de Liria, besando ya las plantas de la ciudad florecida, la histórica Mérida. En aquel punto solitario encubierto por los estribos de la serranía que casi lo rodean en anfiteatro, Murachí tenía su choza y su labranza.
"¡Tibisay!", dijo a su amada el guerrero altivo, "nuestras bodas serán mi premio si vuelvo triunfante; pero si me matan, huye Tibisay, ocúltate en el monte, que no fije en ti sus miradas el extranjero, porque serias su esclava".
El viento frío de la madrugada llevo muy lejos a los oídos de Murachí los tristes lamentos de la infortunada india, a quien dejaba en aquel apartado sitio, dueña ya de su choza y su labranza. Cuando la primera luz del alba coloreo el horizonte, por encima de los diamantinos picachos de la Sierra Nevada resonó grave y monótono el caracol salvaje por el fondo de los barrancos que sirven de foso profundos a la altiplanicie de Mérida. Los indios, organizados en escuadrones, estaban apercibidos para el combate.
Pronto se diviso a lo lejos un bulto uniforme que avanzaba por la planicie, el cual fue entendiéndose y tomando formas tan extraordinarias a los ojos de los indios que el pánico paralizó sus movimientos por algunos instantes, pero a la voz del caudillo, la turba se precipita como desbordado torrente prorrumpiendo en gritos horribles y llenando el aire con sus emponzoñadas flechas. Murachí iba a la cabeza, blandiendo en alto la terrible macana y transfigurando el rostro por el furor.
Súbita detonación detiene a los indios: palidecen todos llenos de espanto; se estrechan unos contra otros, dando alaridos de impotencia; y bien pronto se dispersan, buscando salvación en los bordes de los barrancos, por donde desaparecen en tropel.
Sólo Murachí rompe su macana en la armadura del que fuera conquistador, sólo el bravo Murachí ve de cerca aquellos animales espantosos que ayudaban a sus enemigos en la batalla, pero también sólo él ha quedado tendido en el campo, muerto bajo el casco de los caballos.
El clarín castellano tocó victoria y la tierra toda quedo bajo el dominio del Rey de España. Cerca de las márgenes del apacible Milla, en aquel sitio apartado y triste, abrió se un hoyo al pie de la peña para sepultar a Murachí, con sus armas, sus alhajas y las ramas olorosas que Tibisay cortó en el bosque para la tumba de su amada.
Tibisay vivió desde entonces sola con su dolor y sus recuerdos en aquella choza querida. Sus cantos fueron en adelante tristes como los de la alondra herida. Los indios admiraban con cierto sentimiento de religioso cariño y la colmaban de presentes. Era para ellos un símbolo de su antigua libertad y al mismo tiempo un oráculo que consultaban sigilosos. Ya los españoles señoreaban la tierra y gobernaban a los indios. Sólo Tibisay vivía libre en la garganta de aquellos montes o entre las selvas de sus contornos, pero era un misterio su vida, algo como un mito de los aborígenes, que atraía a los españoles con el fantástico poder de las ficciones poéticas.
Ningún conquistador había logrado verla todavía, sin embrago, nadie ponía en duda su existencia. Decían les los indios que era una princesa muy hermosa, viuda de un guerrero afamado, a quien había prometido vivir escondida en los montes mientras hubiese extranjeros en sus nativas Sierras.
Era un encanto la voz de la fugitiva, que los cazadores oían de vez en cuando por aquellos agrestes sitios, como el eco de una música triste que hería en la mitad del alma y hacía saltar las lágrimas. En sus labios el dialecto muisca, su lengua nativa, sonaba dulce y melodioso y no era menester entenderlo para sentirse conmovido el corazón.
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chynax
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el Mar Mayo 17, 2011 9:22 am
hola buen día, por favor puede alguien informarme sobre la india tibisay, de cual es su historia, como le gusta que la atiendan, cual es su personalidad, bueno todo tipo de cosas que sepan en base a ella. Ella rige mi cuadro espiritual, pero como tengo poco tiempo en esto quisiera tener mas información de ella.
kirre
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el Mar Mayo 17, 2011 8:22 pm
hermano en la parte superior derecha donde dice buscar escribe india tibisay, alli encontraras lo que buscas
aguila
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la India Tibisay Empty LA LEYENDA DE LA INDIA TIBISAY

el Lun Jun 27, 2011 10:26 pm
Tibisay, era esbelta como la flexible caña del maíz. De color trigueño, ojos grandes y melancólicos y abundante cabello. Eran para ella los mejores lienzos del Mirripuy, el oro más fino de Aricagua y el plumaje del ave más rara de la montaña.

Ella había aprendido, mejor que sus compañeras los cantos guerreros y las alabanzas del Ches. En los convites y danzas dejaba oír su voz, hora dulce y cadenciosa, hora arrebatada y vehemente, exaltada por la pasión salvaje.

Todos la oían en silencio, ni el viento movía las hojas. Tibisay era la princesa de los indios de la sierra, el liro más hermoso de las vegas del Mucujún. Un día salió espantada de su choza y fue a presentase a Murachí, el amado de su corazón. La comarca estaba en armas: los indios corrían de una parte a otra, preparando las macanas y las flechas emponzoñadas.

"¡Huye, huye, Tibisay!, nosotros vamos a combatir. Los terribles hijos de Zuhe han aparecido ya sobre aquellos animales espantosos, más ligeros que la flecha: mañana será invadido nuestros suelo y arrasadas nuestras siembras. ¡Huye, huye, Tibisay! nosotros vamos a combatir; pero antes ven mi amada y danza al son de los instrumentos, reanima nuestro valor con la melodía de tus cantos y el recuerdo de nuestras hazañas"

La danza empezó en un claro bosque, triste y monótona, como una fiesta de despedida, a la hora en que el sol, enrojecido hacia el ocaso, esparcía por las verdes cumbres sus últimos reflejos. Pronto brillaron las hogueras en el circulo del campamento y empezaron a despertar con las libaciones del fermentado maíz los corazones abatidos y los ímpetus salvajes.

Por todo el bosque resonaban ya los gritos y algazara, cuando seso de pronto el ruido y enmudecieron todos los labios. Tibisay apareció en medio del circulo, hermosa a la luz fantástica de las hogueras, recogida la manta sobre le brazo, con la mirada dulce y expresivo y el continente altivo. Lanzó tres gritos graves y prolongados, que acompaño con su sonido el fotuto sagrado, y luego extasió a los indios con la magia de su voz.

Oíd el canto de los guerreros del Mucujún: "Corre veloz el viento; corre veloz el agua; corre veloz la piedra que cae de la montaña".

"Corred guerreros; volad en contra del enemigo; corred veloces como el viento, como el agua, como la piedra que cae de la montaña".

"Fuerte es el árbol que resiste al viento; fuerte es la roca que resiste al río, fuerte es la nieve de nuestros páramos que resiste al sol".

"Pelead guerreros, pelead, valientes, mostraos fuertes, como los árboles, como las rocas, como las nieves de la montaña".

"Este es el canto de los guerreros del Mucujún".

Un grito unánime de bélico entusiasmo respondió a los bellos cantos de Tibisay. Concluida la danza, Murachí acompañó a Tibisay por entre la arboleda sombría. No había ya más luminarias que las estrellas titilantes en el cielo y las irradiaciones intermitentes del lejano catatumbo. Ambos caminaban en silencio con el dolor de la despedida en la mitad del alba y temeroso de pronunciar la postrera palabra ¡adiós!.

Hay un punto en que los ríos Milla y Albarregas corren muy juntos casi en su origen. Los cerros ofrecen allí dos aberturas, a corta distancia una de otra, por donde los dos ríos se precipitan, siguiendo cañadas distintas para juntarse de nuevo y confundirse en uno solo, frente a los pintorescos campos de Liria, besando ya las plantas de la ciudad florecida, la histórica Mérida. En aquel punto solitario encubierto por los estribos de la serranía que casi lo rodean en anfiteatro, Murachí tenía su choza y su labranza.

"¡Tibisay!", dijo a su amada el guerrero altivo, "nuestras bodas serán mi premio si vuelvo triunfante; pero si me matan, huye Tibisay, ocúltate en el monte, que no fije en ti sus miradas el extranjero, porque serias su esclava"

El viento frío de la madrugada llevo muy lejos a los oídos de Murachí los tristes lamentos de la infortunada india, a quien dejaba en aquel apartado sitio, dueña ya de su choza y su labranza. Cuando la primera luz del alba coloreo el horizonte, por encima de los diamantinos picachos de la Sierra Nevada resonó grave y monótono el caracol salvaje por el fondo de los barrancos que sirven de foso profundos a la altiplanicie de Mérida. Los indios, organizados en escuadrones, estaban apercibidos para el combate.

Pronto se diviso a lo lejos un bulto uniforme que avanzaba por la planicie, el cual fue entendiéndose y tomando formas tan extraordinarias a los ojos de los indios que el pánico paralizó sus movimientos por algunos instantes, pero a la voz del caudillo, la turba se precipita como desbordado torrente prorrumpiendo en gritos horribles y llenando el aire con sus emponzoñadas flechas. Murachí iba a la cabeza, blandiendo en alto la terrible macana y transfigurando el rostro por el furor.

Súbita detonación detiene a los indios: palidecen todos llenos de espanto; se estrechan unos contra otros, dando alaridos de impotencia; y bien pronto se dispersan, buscando salvación en los bordes de los barrancos, por donde desaparecen en tropel.

Sólo Murachí rompe su macana en la armadura del que fuera conquistador, sólo el bravo Murachí ve de cerca aquellos animales espantosos que ayudaban a sus enemigos en la batalla, pero también sólo él ha quedado tendido en el campo, muerto bajo el casco de los caballos.

El clarin castellano tocó victoria y la tierra toda quedo bajo el dominio del Rey de España. Cerca de las márgenes del apacible Milla, en aquel sitio apartado y triste, abrióse un hoyo al pie de la peña para sepultar a Murachí, con sus armas, sus alhajas y las ramas olorosas que Tibisay cortó en el bosque para la tumba de su amada.

Tibisay vivió desde entonces sola con su dolor y sus recuerdos en aquella choza querida. Sus cantos fueron en adelante tristes como los de la alondra herida. Los indios admiraban con cierto sentimiento de religioso cariño y la colmaban de presentes. Era para ellos un símbolo de su antigua libertad y al mismo tiempo un oráculo que consultaban sigilosos. Ya los españoles señoreaban la tierra y gobernaban a los indios. Sólo Tibisay vivía libre en la gargabta de aquellos montes o entre las selvas de sus contornos, pero era un misterio su vida, algo como un mito de los aborígenes, que atraía a los españoles con el fantástico poder de las ficciones poeticas.

Ningún conquistador había logrado verla todavía, sin embrago, nadie ponía en duda su existencia. Decíanles los indios que era una princesa muy hermosa, viuda de un guerrero afamado, a quien había prometido vivir escondida en los montes mientras hubiese extranjeros en sus nativas Sierras.

Era un encanto la voz de la fugitiva, que los cazadores oían de vez en cuando por aquellos agrestes sitios, como el eco de una música triste que hería en la mitad del alma y hacia saltar las lagrimas. En sus labios el dialecto muisca, su legua nativa, sonaba dulce y melodioso y no era menester entenderlo para sentirse conmovido el corazón.
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lanegra
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el Jue Sep 22, 2011 11:44 am
estan muy buenas las diferentes versiones sobre la india tibisay, pero la mas bonita para mi es la primera del foro, que es la que se cuenta en los andes venezolanos. saludos y bendiciones a todos
Karina 92
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el Miér Feb 22, 2012 10:39 pm
Hola buenas noches que Diosito y la Reina Maria Lionza los bendiga hoy y siempre Smile

Tengo poco tiempo en el mundo espiritual aproximadamente 4 meses y espero cada dia aprender un poco mas. Mi guia espiritual es la India Tibisay y poco a poco me gustaria saber muchas cosas de ella oraciones, ofrendas, características de sus hijas e hijos cada dia aprender un poco mas de ella, ya su historia la investigue y ya la se, les agradeceria mucho su ayuda y opinione. De antemano Gracias sunny
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el Jue Feb 23, 2012 12:49 am
buenas hermana que mi dios y mi reina me la bendiga

bueno aqui te dejo la oracion de la india tibisay espero te sirva

Tibisay
Déjame abrir mis alas y volar contigo hasta el final
Llegar hasta el paraíso y poder aterrizar
Tibisay
Guíame en los caminos que no se descifrar
Dándome la luz de tu hermoso hogar
Me siento con tanta energía
Que no quiero terminar este momento eterno
Y déjame amar
Eres mi gran inspiración mi linda Tibisay
Al momento de irme de este bello lugar
Caminare contigo hasta el castillo del altar
Y le pediré a mi Padre Celestial
Que me deje canalizar a través de mis manos
La Fuerza, El Amor, El Brillo, La Luz, La Paz y Prosperidad
Para poder tener una vida llevadera
Con tu Santa Bendición y Protección Amen.
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