Espiritismo Venezolano y sus Cortes
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El espirita y el buen humor

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El espirita y el buen humor

Mensaje por Alianza Naiguatá el Miér Ene 04, 2017 8:45 pm

Este es un tema que cuyo origen no lo creo caprichoso ya que es una realidad perturbadora el carácter lúgubre de gran porcentaje de las comunicaciones de ultratumba que se tienen que exaltan la sombría realidad de la muerte en un gesto simbólico de idolatría al fenómeno cadavérico.
 
No podemos omitir que el carácter del hombre orientado hacia las ideas negativas ofrezca condiciones para mejor relacionarse con la infeliz población espiritual y la egrégora de sus fluidos que caracterizan en pleno siglo el boom de problemas de orden psicoemocional-anímico que tiene la mayor parte de las personas y que nos enteramos gracias a la globalización.
 
Ello propicia este tipo de comunión. No obstante, no es esa la dirección ideal; hay el contraste de carácter entre lo que se presenta exaltando el ambiente del campo santo y lo que se traduce en la jocosidad de los buenos momentos que identificamos en la vida. Por eso deseo pedirles que pongan atención y reflexionen mucho ya que este tema es un elemento de juicio para discernir en primer lugar la situación del fallecido, su carácter (como positivo o negativo) y la utilidad de su comunicación tomando en cuenta de que se ha polarizado la espiritualidad Latinoamericana luego de la mestización y los sincretismos trayendo auténticos cultos que han fortalecido la actuación de los lúgubres desencarnados en mayor proporción que los alegres y vivaces.
 
Dios bendiga a los Espíritus que predican y protegen la vida, la alegría, el amor y la paz y tenga misericordia para con los infelices que aspiran salir de la sombra que perpetua su agonía o los que se obstinan en convencerse y convencer a los demás de que es la mejor elección como transmiten ideológicamente muchas creencias acogidas en la actualidad y de tendencia gótica. Ejemplo de esto último podría referir la tendencia de la Wicca con su afirmación “la oscuridad es mejor que la luz” y que hace que testimonios como presencias que se niegan a apartarse de los sitios oscuros dentro de la casa sean algo común en esa comunidad y los pone a tirar sal y hacer conjuros excéntricos de nula eficacia; esos Espíritus están atraídos por la gótica mentalidad y hallan refugio en la sombra del ambiente del que disfrutan ellos por preferencia ideológica.
 
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Pese a la polémica existente hoy día en el seno espirita con relación al florecimiento de un espiritismo más orientado hacia la religión y el servicio al prójimo de lo que volcado al estudio empírico del fenómeno, me atrevo a colocar a continuación, la opinión (podría decir esclarecimiento) de Ramatís con respecto al interrogatorio que se le hizo con respecto a la finalidad y misión que tiene el espiritismo (doctrina kardeciana) desde su aparición y sincretización interreligiosa.
 
Aclaración: lo que leerá a continuación no es un determinante de directriz para la doctrina espirita (aclaratoria que hago a los espiritas ortodoxos decantados por la pureza doctrinaria) y puede tomarse como una opinión. No se admiten en el presente tema conductas proselitistas y sectarias orientadas a la difamación de este u otro autor de libros espiritas ni agresiones ideológicas dirigidas hacia adeptos de otras ideologías.
 
EL ESPÍRITA Y EL BUEN HUMOR
 
Pregunta: ¿Qué nos decís de esas comunicaciones bastante fúnebres, de espíritus guías o benefactores, que dejan al público espirita algo deprimido? ¿Debe atribuirse al comportamiento ha­bitual de los comunicantes, que al ser desencarnados modifican totalmente su temperamento psicológico, a causa de su responsa­bilidad espiritual? Algunos espíritus pronuncian sus palabras de un modo casi espasmódico, entre frases que casi parecen sollozos y gemidos. ¿A qué se atribuye tales circunstancias?
Ramatís: En general, los médiums' novatos e ignorantes de la realidad de la vida del espíritu, presuponen que la muerte es un acto de magia o pase milagroso, que modifica instantáneamente el contenido psicológico y estado moral de los desencarnados. Aun­que comprueben que las entidades, a través de ellos, se comuni­can eufóricas, felices y liberadas de preconceptos terrenos, sin em­bargo, nos siguen considerando lúgubres, puesto que por encima de todo, somos las almas de los "muertos".
 
En base a la idea fúnebre que se tiene en la Tierra, con re­lación a la vida Más Allá de la sepultura, a los desencarnados se les transforman en figuras duras y sentenciosas, que se mueven en un cielo silencioso y sepulcral. Los "vivos" nos colocan en los dos extremos opuestos; somos ángeles estáticos en eterna contempla­ción de la obra del Señor, o somos fantasmas melodramáticos, he­lados y tétricos. Después de la muerte del cuerpo físico, dicen ellos, los espíritus deben ser inteligentes, graves y compungidos, cuyos labios deben abrirse para censurar las voluptuosidades y pe­cados de los hombres.

Difícilmente los encarnados puedan imaginar que Más Allá de la tumba y en las regiones felices, las almas angélicas conser­van la risa franca, su jovialidad y despreocupación, liberadas de los complejos y resentimientos humanos, cuyo sentimiento elevado, puro e inocencia de intenciones, justifican la máxima de Jesús, cuando exclamaba: "Venid a mí los niños, porque de ellos es el reino de los cielos". Los pesimistas de la morada terrena no pue­den admitir que los "muertos" desempeñen actividades laboriosas y contagien con su alegría y optimismo. La verdad es que en las colonias espirituales venturosas que circundan al orbe terráqueo —conforme hemos notificado en otras obras—, son verdaderas col­menas de almas afectuosas y de humorismo sano, gracia y joviali­dad ligados al bien y a la utilidad espiritual. Si la muerte no transforma las almas en arcángeles liriales, purificados a última hora, tampoco anula las preferencias buenas o malas que hayan poseído en la Tierra.
 
También es cierto que en las carnadas densas del astral in­ferior existe la otra cara de la verdad; allí los engrillados de las sombras transitan bajo el peso de sus remordimientos o enloque­cidos por sufrimientos atroces, mientras los más revoltosos lanzan amenazas contra sus compañeros del pasado. El gemido lúgubre, el dolor profundo, la carcajada siniestra, los gritos de desespera­ción y terror son la antítesis de la alegría y ventura que domina a las almas habitantes de las esferas superiores. Esos infelices, cuando se comunican con la Tierra, no pueden hacer nada para evitar los gritos angustiosos y las rebeldías irrefrenables, porque se manifiestan conforme al submundo donde habitan.
 
Pero los guías que os visitan de las regiones de Paz y Luz no pueden tenerse como fantasmas suspirantes o almas tristes y se­veras, cuya presencia en las sesiones espiritas en vez de disipar el ambiente, lo hacen triste y taciturno.
 
Pregunta: Muchas veces hemos escuchado críticas severas contra ciertos espíritus, que entre una y otra enseñanza en sus comunicaciones, interrumpían con un dicho o una gracia que des­pertaba el humorismo y desahogaba la tensión de los presentes. Nos dicen los colegas espiritas que las sesiones no es el palco del humorismo o la arena del circo. ¿Qué nos decís?
Ramatís: Todo extremismo es pasible de censura y lo será también en la práctica mediúmnica o en la sesión espirita. No aprobamos la sesión mediúmnica donde predomina la trivialidad, el interés mercenario, la chacota, la ironía, la gracia intencionada o el lenguaje sarcástico, que termina transformándose en fuente de atracción para los espíritus capciosos y libertinos; pero, tampoco no lisonjeamos la reunión espirita a base de comunicaciones com­pungidas, que parece la rememoración del velorio terreno. En general los amantes de esas sesiones son personas recién llegadas de las reuniones alegres, participantes de conversaciones chistosas, donde predomina el anecdotario jocoso de la calle; mientras tan­to, se encuentran que deben "cerrar" los ojos con toda urgencia, y poner "cara fea" ni bien se encuentran ante el médium, el direc­tor o el adoctrinador de mirar compungido. Es lógico suponer que poco adelanta el hombre modificando su aspecto fisonómico exterior, si dentro de sí laten los recuerdos que lo hacen reír a vo­luntad, o si desperdicia los días de la semana, riendo desconso­ladamente por las anécdotas maliciosas que ofrece la radio, el cine o las revistas humorísticas.
 
Los espíritus felices son alegres y absolutamente despreocu­pados de las convenciones y preconceptos humanos y su mayor deseo es activar el ánimo y henchir vuestra alma de optimismo y esperanzas hacia un futuro feliz. El Espiritismo, como doctrina de ayuda y esclarecimiento para los "vivos", también suple el obje­tivo de confortar y orientar al hombre, víctima de angustioso pesi­mismo, que sólo piensa que ha de alcanzar un cielo melancólico o la eternidad del infierno, casi imposible de evitar.
 
En consecuencia, como doctrina de optimismo y liberación es­piritual, el Espiritismo no puede patrocinar las sesiones lúgubres o especie de velorios mediúmnicos, donde los adeptos se someten convencionalmente a una falsa tensión de gravedad apostólica, bajo las voces lacrimosas de la lectura del Evangelio, para volver más tarde a las tareas cotidianas, agitados por las emociones descontroladas y perturbados por los sentimientos contradictorios. No ad­mitimos la payasada o la irreverencia en el ambiente espirita, pero aseguramos que al codificar el Espiritismo, Allan Kardec realizaba una transfusión de sangre nueva en la creencia triste y en los sufrimientos de los hombres, cuando estableció el intercambio convencional, donde las almas felices resultan ser los "muertos" apesadumbrados y lastimosos. 

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«Aparte del Espíritu protector ¿está unido un mal Espíritu a cada individuo, con miras a incitarlo al mal y darle ocasión de luchar entre el bien y el mal? 
- "Unido" no es la palabra exacta. Bien es verdad que los malos Espíritus tratan de desviar del camino recto al hombre cuando se les presenta la oportunidad: pero si uno de ellos se apega a un individuo, lo hace por determinación propia, porque espera que el hombre le haga caso. Entonces se desarrolla una lucha entre el bueno y el malo, y la victoria corresponderá a aquel cuyo dominio el individuo entregue»
Libro de los Espíritus, cuestión 511.
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