Espiritismo Venezolano y sus Cortes
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La mediumnidad de incorporación

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La mediumnidad de incorporación

Mensaje por Alianza Naiguatá el Miér Ene 11, 2017 3:20 am

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LA MEDIUMNIDAD DE INCORPORACIÓN
 
Pregunta: La mediumnidad mecánica, ¿es la denominada de incorporación?
Ramatís: Hay que distinguir lo siguiente: el médium mecá­nico y el semi-mecánico no abandonan su cuerpo físico en el mo­mento de la escritura de los mensajes de las entidades espirituales, mientras que en el caso de la incorporación completa, el espíritu y el periespíritu del médium pueden apartarse a mucha distancia, dejando el cuerpo físico bajo la dirección de la entidad comuni­cante. El médium de incorporación completa, cuando abandona su cuerpo físico queda ligado únicamente por su cordón fluídico, espacio de tiempo ese en que el espíritu se manifiesta, como sucede con el dueño de casa, que deja la habitación para que temporariamente la habite su amigo o amistad. Aunque continúe ligado al cuerpo carnal, por el lazo fluídico, en virtud a su desli­gamiento de los centros energéticos del doble etérico, le baja la temperatura y el trance mediúmnico se pronuncia hacia el estado de catalepsia.
 
El éxito de la comunicación mediúmnica de incorporación, en trance completo, depende muchísimo del conocimiento y posi­bilidad que manifieste la entidad espiritual para utilizarlo*, pues en definitiva es el único dueño —en ese momento— de la pro­piedad ajena. La mediumnidad de incorporación, como la mecá­nica, es eficaz para las identificaciones correctas de los desencarnados, que pueden actuar sin interferencias del médium, revelando con seguridad su característica psicológica y otras particularidades íntimas de su vida terrena.
 
Aunque los espíritus comunicantes deben someterse a las exigencias instintivas del cuerpo físico del médium de incorpo­ración, el cual conserva los ascendientes biológicos y hábitos par­ticulares y estigmatizados en su vida común, asimismo consigue manifestarse con cierta comodidad para exponer su verdadera identidad. La entidad, a pesar de encontrarse en casa ajena o disponiendo de otro instrumento vivo de manifestación en el medio del mundo material, no deja de verificar sus principales cualidades o defectos que eran conocidos por los vivos. La seve­ridad, la malicia, el humorismo, la capciosidad, la ternura, la inte­ligencia o la humildad se retratan perfectamente a través del mé­dium de incorporación, porque goza de la facultad de poder plastificar en su rostro las expresiones personales de sus comuni­cantes. Nos recuerda el caso del inquilino, que debió mudarse a otra mansión amueblada, de gusto distinto, pero que poco a poco consiguió imponer su sello característico, logrando predo­minar definitivamente su preferencia emotiva.
 
Sirviéndose del médium de incorporación, el espíritu comu­nicante encuentra ciertos hábitos biológicos y condicionamientos psicológicos que fueron de "su gusto", pero durante la comunica­ción consigue interferir en su intermediario dejándole entrever algo de su propia índole y temperamento espiritual. En virtud a que el espíritu del médium se aparta totalmente de su organis­mo físico, al igual que su periespíritu, la comunicación le fluye en forma inconsciente, despertando del trance mediúmnico sin recor­dar nada de aquello que fue transmitido por su cerebro físico durante su ausencia espiritual. Más tarde se sorprende cuando alguien le describe ciertos asuntos, conceptos filosóficos o argu­mentación científica, que le agradó, pues como es lógico, no tenía conocimiento personal de la exposición.
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*Esta es la referencia sobre la cual discrepa mucho la limitada incorporación del uso que da el propio Espíritu, acostumbrado y experto a manejar su propio cuerpo, pero dependiendo de la capacidad que tiene quien lo utiliza facultativamente, no consigue exhibir la misma calidad ni transmitir claramente su identidad completamente. La incorporación como fenómeno no dejo de considerarla una pobre exhibición de la identidad del Espíritu con relación a lo que pudiera hallarse en la libertad de este. Disminuye mucho los caracteres que lo identifican y se mezclan con el mal uso del cuerpo prestado como los aspectos anímicos del otro.
 
Pregunta: ¿Por qué el médium de incorporación, no recuerda de inmediato aquello que los espíritus comunicaron por su inter­medio?
Ramatís: Conforme manifestamos anteriormente, sólo en caso de muerte corporal el periespíritu abandona definitivamente el cuerpo físico. El médium inconsciente o de incorporación com­pleta, algunos días después de su trabajo mediúmnico verifica la aparición de algunas frases, vocablos o ideas, que los desencarna­dos vertieron por su cerebro físico, cuando estaba alejado de su organismo.
 
Aunque el cerebro periespiritual quede distanciado durante el trance, no elimina totalmente lo sucedido; por eso, las ideas co­municadas se retratan o reflejan aunque no posean la nitidez ori­ginal con que las recibió por su cerebro. El médium se sorprende tiempo después al reconocer formas, vestimentas o fisonomías que tuvo la oportunidad de identificar en otros lugares, pero ignora que fueron las entidades que utilizaron su cuerpo físico en trance. Ese reconocimiento posterior y mental, de algunos períodos, frag­mentos o ideas que los desencarnados le fluyeron por el cerebro físico, le da la impresión de que el hecho sucedió en aquel mo­mento. Así como sucede con el médium intuitivo y vidente, que "ve" a los espíritus a través de su mente sensibilizada, y en reali­dad el fenómeno ocurre porque "sienten" la presencia junto a su periespíritu, para surgirle después las imágenes o detalles que le aclaran o explican la visión intuitiva; el médium de incorporación, instintivamente evoca de la intimidad de su periespíritu aquello que sintió cuando cedía el cuerpo a la entidad manifestante.
 
Su cerebro periespiritual insiste en evocar el aconteci­miento inusual que observó a la distancia, pero que grabó en su memoria etérica. A través del fenómeno de repercusión vibrato­ria, poco a poco le transfiere hacia el cerebro físico las imágenes que mejor entrevió en su visión periespiritual. Algunos detalles nítidos pueden surgir posteriormente por el ajuste sincrónico del periespíritu al cerebro físico; podría decirse que las rememorizaciones y asociaciones de ideas que aparecen más tarde se las co­munica el periespíritu al cerebro físico.
 
Esto sucede también con los "sujetos" muy sensibles a la hip­nosis, quienes más tarde recuerdan, con mayor o menor claridad, aquello que vivieron o transmitieron en trance hipnótico, a pesar de su completa inconsciencia cuando estaban bajo la dirección y voluntad del hipnotizador. Algunos "sujetos" recuerdan inme­diatamente todo aquello de cuanto participaron, ni bien retoman del trance; otros lo van recordando lentamente, y a veces pasan algunos días para tomar conocimiento satisfactorio del fenómeno hipnótico.
 
En el caso de los experimentos hipnológicos de regresión de la memoria reencarnatoria, algunos pacientes de la hipnosis llegan a evocar los contornos físicos, voces y acontecimientos que vivie­ron, o relatan en trance aquello que más les impresionó el cere­bro en la evocación de sus vidas anteriores. La memoria etérica y periespiritual definitiva conserva totalmente los hechos de que participa con el ser, pudiendo ser desde un simple cabello, el vuelo y brillo fugaz de la luciérnaga, hasta las escenas tormento­sas y catastróficas del mundo físico. A medida que se sensibiliza el espíritu, aviva su bagaje milenario y sideral y poco a poco toma posesión de su conciencia forjada en el tiempo y en el espacio por los elementos educativos del mundo planetario.

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«Aparte del Espíritu protector ¿está unido un mal Espíritu a cada individuo, con miras a incitarlo al mal y darle ocasión de luchar entre el bien y el mal? 
- "Unido" no es la palabra exacta. Bien es verdad que los malos Espíritus tratan de desviar del camino recto al hombre cuando se les presenta la oportunidad: pero si uno de ellos se apega a un individuo, lo hace por determinación propia, porque espera que el hombre le haga caso. Entonces se desarrolla una lucha entre el bueno y el malo, y la victoria corresponderá a aquel cuyo dominio el individuo entregue»
Libro de los Espíritus, cuestión 511.
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